LA NOCHE DE BANGKOK
Jazz y p... taxista..
No suelo salir demasiado entre semana por la sencilla razón que me levanto cada día a las 6h de la mañana y tengo que aguantar como una zombi después en el colegio, pero cuando se trata de conocer sitios nuevos y de quedar con Hannah y Montse, dos de mis amigas de Bangkok, nunca me niego. Hannah es holandesa, con un ramalazo punki que me encanta, y se dedica al diseño de joyas, Montse es catalana y lleva años dedicándose a tareas humanitarias aparte de ser una experta en yoga pero de las que se fuma medio paquete conmigo si le sale de las narices, lo que también me encanta. Formamos un trío un poco particular pero congeniamos perfectamente, sobre todo después de un par de cervezas cuando nos ponemos a despotricar contra los hombres...
El miércoles quedamos para ir a “Brown Sugar” un auténtico garito tailandés de jazz y donde la banda que allí tocaba me dejó boquiabierta. Aparentemente, el sitio es todo una institución en Bangkok. Para muestra el video que encontré que he colgado aquí.
Al salir ya tarde, pillé un taxi como de costumbre. El hombre de unos 35 años, me empezó a preguntar como suele ser la costumbre, si hablaba thai, cuánto tiempo llevaba aquí etc.. a lo que suelo contestar amablemente pero dando la menor cantidad de detalles posibles porque ya me sé de qué va el rollo después. Este me empezó a dar mala espina al cabo de diez minutos de comprobar las miradas demasiado insistentes por el retrovisor. Le había indicado dos veces que tenía que coger la autopista para llevarme a casa y me percaté demasiado tarde de que ya se había saltado a la torera dos entradas en el recorrido. Cuando me di cuenta, ya era demasiado tarde y no tenía ni idea de dónde me estaba llevando, solo intuía que estaba cogiendo carreteras segundarias por las que vislumbraba puticlubs de los más variados.
Mi sexto sentido del peligro empezó a darme señales que no me gustaban nada, así que empecé a chillarle como una histérica para que me llevara hacia la autopista. El miedo me vuelve agresiva, lo comprobé y lo comprobaron una vez en Madrid dos chorizos que me atracaron en un cajero automático hace años, porque no podía dejar de gritarles. No sé quien pasó mas miedo en ese momento, si ellos o yo.
El tipo me contestó en inglés con evasivas, hasta que le dije que, o me llevaba a la dirección que le había dado, o llamaba a la poli desde el móvil. Cosa que por cierto, no hubiera podido hacer porque ni tenía el número. Por primera vez en esta ciudad pasé miedo, no podía bajarme del taxi en marcha, no tenía ni zorra idea de dónde estaba y sólo tenía el móvil. Debió de pensar que era una presa poco fácil así que acabó por llevarme a casa, esto al cabo de una hora de haber dejado el bar... con el contador a 350 Baths, una barbaridad para aquí, que por supuesto, no le pagué. Desapareció nada más dejarme sin atreverse a rechistar, una costumbre tailandesa que creo que me salvó el pellejo.. por lo menos por esta vez.
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