ANGELES
Hoy he salido del colegio reventada, de dar clases, de despertarme a las 4h de la mañana sin saber por qué y de lidiar con todo sola. Para más inri, o eso pensaba, he tenido que ir al hospital a ver al médico por un virus que llevo arrastrando unos días. Allí estaba en la sala de espera sentada, dándole vueltas a mis pequeñas desgracias cotidianas y pensando si iba a poder seguir tirando cinco semanas más, cuando se me ha sentado al lado un occidental, un señor mayor acompañado por un tailandés al teléfono.
Me ha mirado y me ha sonreído, no somos muchos los no asiáticos por el barrio. Me ha preguntado de dónde era y le he dicho que española, por no dar más explicaciones. Hablaba en un español casi perfecto, en el que he notado un ligero acento hispano mezclado con acento americano. El hombre de unos 70 años era de California y lógicamente me ha intrigado que acabase tan lejos de su tierra.
Turismo medico por medio de una de las numerosas agencias que se dedican a esto
en Tailandia, ha añadido con una sonrisa.
Se que son muchas, las personas que prefieren venirse a Tailandia por modico precio de los servicios médicos y por el trato que reciben en este país. La compasión es unos de los fundamentos del budismo y en pocos sitios se nota tanto en un hospital como aquí.
Hemos seguido con la conversación, sobre lo vergonzoso que era, que en el país supuestamente el más rico y más civilizado del mundo, la mayoría de la población no tuviera acceso a un derecho tan fundamental, comparado con el presupuesto que dedican al armamento y a montarse guerras infinitas donde no les llaman. Desencantado de Obama como muchos, me ha contado despues que se había pasado muchos años de su vida de marinero en la marina mercante, dando vueltas por el mundo y parándose en Bangkok por última vez en 1976. Agradecido con este país que conocía relativamente bien ha seguido explicándome que ahora tenía una empresa de camiones en California con un socio mexicano y que por eso hablaba español.
Algo de melancolía he notado en su mirada pero no me he atrevido a preguntarle por qué razones estaba en el hospital. Me lo ha dicho el mismo, un cáncer de pulmón que le dejaba según el diagnostico que le habían dado, poco más de un año de vida. No he sabido que contestarle, porque de golpe he pensado en lo estúpida que me había vuelto y en las incansables palabras de mi madre cuando nos quejamos por tonterías, que hay gente peor en los hospitales.
Al despedirse, le he deseado ánimo y que siguiera luchando. Me ha dado la mano, diciéndome que había sido un placer hablar conmigo.
Al rato he salido al sol de la calle y viendo el mundo que seguía girando a mi alrededor, he pensado que ninguno estamos nunca a salvo de que deje de hacerlo un día cualquiera por nosotros.
No suelo creer en los ángeles, pero me parece que esta tarde, me he cruzado con uno, por el camino.
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