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POR LAS RAMAS

AL PRINCIPIO

Todo empezó ahí, en el andén con la maleta en la mano. No pertenece a un sitio ni  a otro, no sabe lo que es,  pero hace tiempo que le da igual. Probablemente nunca lo sabrá y ahora menos que nunca. Sólo sabe que es hibrida y orgullosa de serlo. Tampoco sabe dónde está su casa ni si tiene una,  pero ha tenido muchas que le han servido de cobijo una temporada. Se  deshace de ellas en dos días y en la memoria, le quedan los recuerdos,  sin más. Una habitación con vistas al casco antiguo de una ciudad  y una manta roja que desteñía  sobre sus amantes de paso, hasta que llego él.  Una compartida con una terraza soleada. Otra, doble, con un niño en una cuna, y un largo pasillo por el que corría una niña. Una del tamaño de una sala de baile con el sonido  de una mezquita. Un cuarto con espejos para reflejarse en sus brazos y la última, solitaria, con una terraza para contemplar la luna del mediterráneo.

De nuevo en ese mismo anden, sólo intuye lo que deja  atrás y lo que la espera, pero  vuelve a coger la maleta, sin  conseguir saber  si hoy es más sabia que antes,  a pesar del paso de las primaveras. 

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